Ciudad del Vaticano — En una jornada marcada por la emoción, la cercanía y un mensaje de esperanza, el Papa León XIV presidió este domingo su primera misa como pontífice, en una ceremonia solemne que reunió a miles de fieles provenientes de distintos rincones del mundo, incluidos peregrinos de lugares tan lejanos como Chiclayo, Perú. La plaza de San Pedro vibró entre lágrimas y vítores cuando el nuevo líder de la Iglesia católica apareció una hora antes de lo previsto a bordo del papamóvil, saludando con calidez y humildad a los presentes.
En un gesto simbólico que conmovió a la multitud, León XIV recibió el palio y el anillo del pescador, signos de su autoridad como sucesor de Pedro. El momento fue tan emotivo que el pontífice no pudo contener las lágrimas. Durante la homilía, hizo un llamado urgente a la unidad: “Deseo una Iglesia unida, que sea señal de reconciliación para un mundo dividido. Es tiempo de tender puentes, no muros”, afirmó con firmeza.
El papa también delineó los principios que marcarán su pontificado, haciendo énfasis en un liderazgo cercano al pueblo, con un enfoque en la paz, la inclusión y el diálogo entre naciones. Concluida la eucaristía, León XIV impartió la tradicional bendición con la oración Regina Caeli, que, al igual que el domingo anterior, decidió cantar, provocando una ovación emocionada de los asistentes.
Desde Roma, la enviada especial Beatriz Alonso de Medina reportó: “Ha sido una jornada histórica. Muchos aquí sienten que el Papa es suyo, especialmente los fieles latinoamericanos. Como decían algunos: ‘El Papa es nuestro, es de todos’”. Sin duda, el inicio del pontificado de León XIV ha dejado claro que su visión será la de una Iglesia más humana, compasiva y abierta a los desafíos del mundo contemporáneo.
El Papa León XIV es una figura de gran relevancia dentro de la historia de la Iglesia Católica, siendo reconocido por su enfoque pastoral y su dedicación al servicio de los fieles. Durante su pontificado, se destacó por la continuidad de los principios fundamentales de la Iglesia, promoviendo la unidad y el bienestar espiritual de la comunidad católica global. Su labor fue vista como una extensión de los esfuerzos de sus predecesores, especialmente en lo que respecta a la atención de los pobres y a la inclusión social de los más desfavorecidos. La influencia de sus decisiones se percibió tanto en las enseñanzas oficiales como en las acciones caritativas que realizó durante su tiempo como líder espiritual.
A lo largo de su vida, fue reconocida su vocación temprana al sacerdocio, la cual fue cultivada desde su niñez. Fue educado en un entorno que fomentó su crecimiento religioso, lo que permitió que desarrollara una profunda conexión con las enseñanzas de la Iglesia. La cercanía con el pueblo, en especial con aquellos en situación de vulnerabilidad, fue un aspecto destacado de su pontificado. Aunque su vida fue dedicada a la Iglesia, se reconoció que su verdadero legado no solo se encuentra en las encíclicas o documentos oficiales, sino también en el impacto humano que tuvo en las comunidades que atendió durante su misión.



