Esta semana ha vuelto a los titulares el asteroide 2024 R4, cuyo riesgo de colisión con la Tierra ha aumentado, lo que ha llevado a la ONU a activar el protocolo de seguridad planetaria. Detectado por primera vez a finales de diciembre de 2024, la NASA ajustó los cálculos y ahora estima que la probabilidad de un impacto el 22 de enero de 2032 ha subido al 1.9%.
Uno de los investigadores que está monitoreando el asteroide es Javier Licandro, del Instituto de Astrofísica de Canarias, quien explicó que el asteroide tiene aproximadamente 50 metros de diámetro. Parte de la red de telescopios ATLAS, instalada recientemente en el Observatorio del Teide, está encargada de rastrear objetos como este, que podrían representar una amenaza para la Tierra.
Aunque el asteroide está en retroceso y pronto será invisible desde la Tierra, los telescopios espaciales, como el SH, continúan observándolo. Javier Licandro enfatizó la importancia de determinar las propiedades del objeto, ya que un impacto de este tamaño podría tener consecuencias catastróficas. De hecho, recordó que en 1908 un objeto similar cayó en Tunguska, Siberia, provocando una explosión de gran magnitud que devastó más de 2,400 kilómetros cuadrados de bosque.
Un impacto directo en una zona habitada podría causar enormes pérdidas humanas y destruir infraestructuras, mientras que si cayera en el mar, un tsunami podría afectar las costas cercanas. A pesar de que la probabilidad de impacto es baja (98.4% de que no ocurra), la gravedad de las posibles consecuencias justifica el monitoreo continuo y la preparación.
Este tipo de investigaciones, denominadas defensa planetaria, buscan prever y mitigar el riesgo de desastres cósmicos, y requieren un esfuerzo global, tanto en términos de recursos como de colaboración. La comunidad científica sigue trabajando para mantener a la humanidad a salvo de amenazas potenciales desde el espacio.



