En el altiplano guatemalteco se encuentra un verdadero paraíso natural que atrae a miles de visitantes cada año: las Fuentes Georginas. Descubiertas en 1902, estas pozas de aguas termales han sido consideradas milagrosas por quienes las visitan. Según testimonios, muchas personas aseguran haber sido sanadas de diversas dolencias tras sumergirse en sus aguas ricas en azufre y otros minerales.

Ubicadas a más de 7,500 pies sobre el nivel del mar, las fuentes emergen de las laderas volcánicas, ofreciendo un baño relajante y terapéutico. Jenny Corado, quien visitó el lugar, nos cuenta que muchos testimonios afirman haber experimentado alivio en problemas de salud como dolor en la columna, artritis y trastornos digestivos. “Yo tenía un dolor y después de bañarme en el agua, me sentí mucho mejor”, relata uno de los visitantes.

El poder sanador de estas aguas se ha convertido en un fenómeno, tanto en Guatemala como en el extranjero. Los ancianos son quienes más reportan beneficios, especialmente para aliviar dolores crónicos, mientras que los médicos locales recomiendan las aguas termales para tratar afecciones como el acné, ya que el azufre es excelente para la piel.

Además de los guatemaltecos, turistas de Europa también frecuentan las Fuentes Georginas, resaltando los efectos positivos en la digestión y el bienestar general. “El azufre en el agua es bueno para el intestino y el estómago”, explica un visitante europeo.

La popularidad de las fuentes ha crecido tanto que muchos optan por visitarlas entre tres y cinco veces al año, convencidos de que estas aguas termales no solo proporcionan alivio físico, sino también bienestar general para llevar una vida más saludable. Las Fuentes Georginas siguen siendo un destino emblemático, famoso por sus propiedades curativas y su belleza natural.