En las montañas de Colombia, la antigua y lujosa prisión conocida como “La Catedral”, construida para el notorio narcotraficante Pablo Escobar, ha sido transformada en un hogar para ancianos desfavorecidos. Este lugar, que alguna vez fue símbolo del poder y la opulencia del capo de la droga, ahora sirve como refugio de paz y tranquilidad.

Un monje, quien guía a los visitantes a través de los pasillos, afirma: “Me atrevo a decir que en Colombia, el lugar donde hubo más mal en toda su historia fue este lugar”. El contraste es evidente. Donde antes había amplias habitaciones, salas de juego, gimnasios, y hasta un helipuerto, ahora solo quedan imágenes religiosas, placas con oraciones y algunas fotografías del que fue uno de los narcotraficantes más buscados del mundo. Los ancianos que residen aquí comparten sus historias, caminando por los mismos pasillos que una vez presenciaron sangre, destrucción y muerte.

Hoy, este antiguo antro de crimen ha sido renovado en un remanso de paz. Los ancianos hacen ejercicio en jardines que antes fueron canchas de fútbol y otros espacios de recreación del narcotraficante. La huella de Escobar es profunda; incluso en su extravagancia, se cuenta que llegó a traer animales exóticos como osos, hormigueros y perros lobo para adornar su prisión dorada.

Tras más de dos décadas en ruinas, saqueada por curiosos que buscaban tesoros ocultos, “La Catedral” ahora se llena de visitantes de todo el mundo, atraídos por un pedazo de la historia de Escobar en Colombia. Los monjes residentes relatan sobre los túneles subterráneos, ahora sellados, que una vez fueron rutas de escape y escondites de riqueza. A pesar de su pasado oscuro, los ancianos ven su hogar actual como un lugar de serenidad, aunque no pueden ignorar las historias de almas en pena que supuestamente todavía vagan por allí.