Para los líderes políticos todo sirve a sus propósitos. Cuando se lanzan a una campaña, todo se vale. No les importa retorcer cualquier realidad, cambiar la historia y concluir describiendo los que consideran sus aciertos y “virtudes” con hipórboles inimaginables.

Este comportamiento es el lugar común sobre todo en los dirigentes que ya han ejercido el poder. Nunca reconocen errores, solo propagan sus realizaciones mientras niegan cualquier reconocimiento o asentimiento a sus adversarios.

Leonel Fernández, ex presidente de la República en tres ocasiones, acaba de ofrecer unas declaraciones que son un buen ejemplo de esta egocéntrica percepción de ciertos políticos. Se presenta cual dechado de virtudes, como un magnífico líder que todo cuanto he hecho ha sido para engrandecer la democracia dominicana, por encima de los decimonónicos líderes que lo descubrieron y lo convirtieron en el prototipo de gobernante para conducir el país mientras le queden fuerzas para hacerlo.