Después de que el presidente de Haití fue asesinado y el país se sumió en la confusión, Ariel Henry se convirtió en jefe del gobierno, responsable de llevar a los asesinos ante la justicia y de ayudar al país a sanar.

Pero nuevas pruebas sugieren que Henry mantuvo comunicación con uno de los principales sospechosos del caso, y que ambos siguieron en contacto estrecho incluso después del asesinato.

El magnicidio del presidente Jovenel Moïse en julio sumió aún más en el caos a una nación que ya estaba en problemas, con muchas instituciones públicas destrozadas, una capital sitiada por pandillas, una economía colapsada y los pocos líderes electos que quedaban en el país en una pelea por el control del gobierno.