Durante años, una orangutana llamada Pony fue obligada a prostituirse en Kereng Pangi (Indonesia). Para que se parezca a una mujer, la maquillaban, depilaban su cuerpo, la vestían con ropa y adornaban su cuello y sus orejas con joyas para excitar a los clientes que requerían sus servicios.

Pony fue separada de su madre al nacer y, al ser un animal muy grande, siempre estaba encadenada en el prostíbulo. De sus cuidados se encargaban varias mujeres, ya que el animal le temía a los hombres.