Hay una verdad irrefutable o irrebatible: los ríos de la República Dominicana están contaminados. Podría afirmarse, con toda la seguridad del mundo, que están elevadísimamente contaminados y que la deuda histórica con estas arterias de agua, que cruzan unidas en un solo cauce la Primada de América hasta salir al Mar Caribe, parecen un paciente en cuidados intensivos.

Y hay que decirlo con toda propiedad: solo la irresponsabilidad histórica y compartida de quienes han gobernado República Dominicana durante los últimos 60 años ha impedido que el país disfrute de uno de sus mayores tesoros.