El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, reveló que el reciente ataque lanzado por Israel contra Irán no fue una respuesta improvisada, sino una ofensiva meticulosamente preparada desde noviembre de 2024. La confirmación oficial del mandatario israelí refuerza las sospechas de que la escalada militar fue largamente planificada, especialmente tras el asesinato del líder de Hizbolá, Hassan Nasrala, en una operación también atribuida a Israel.

Según Netanyahu, el operativo fue diseñado inicialmente para ejecutarse en abril de 2025, pero fue pospuesto por razones estratégicas. El líder israelí justificó el ataque alegando que Irán estaba a punto de desarrollar un arma nuclear, lo que calificó como una amenaza existencial para el Estado judío. Por ello, explicó que se trató de un “ataque preventivo” para neutralizar lo que consideraban un riesgo inminente.

Agencias de inteligencia occidentales ya tenían conocimiento de los movimientos militares de Israel desde el año pasado. Mientras tanto, la comunidad internacional observa con alarma el creciente conflicto en Medio Oriente, que ya ha comenzado a impactar los mercados globales y a generar preocupación por una posible guerra a gran escala.

La decisión de Netanyahu ha sido respaldada por algunos aliados, como Estados Unidos, aunque con matices. Si bien el expresidente Donald Trump expresó su apoyo a Israel y condenó a Irán, también trascendió que Washington no participó directamente en la ofensiva. El secretario de Estado Marco Rubio aclaró que fue una “acción unilateral” del gobierno israelí, lo que refleja cierta distancia respecto al operativo militar y a las posibles consecuencias geopolíticas.

Por su parte, Teherán ha acusado a Israel de provocar deliberadamente una guerra regional, y ha prometido una respuesta “contundente e inmediata”. La tensión se eleva no solo en el terreno militar, sino también en la diplomacia internacional, mientras países como Rusia y China llaman a la contención y al diálogo, advirtiendo del riesgo de un conflicto de gran escala que podría extenderse más allá del Medio Oriente.

Mientras tanto, la población civil en ambos países ha comenzado a sufrir los efectos del conflicto. En Israel, se han activado refugios y trasladado hospitales a zonas subterráneas, mientras que en Irán, las autoridades han elevado su nivel de alerta y movilizado tropas en las principales ciudades. La incertidumbre crece, y la comunidad internacional mantiene la mirada puesta en la región, a la espera de si este será solo el inicio de un enfrentamiento prolongado o si aún hay margen para una desescalada diplomática.