A tan solo 24 horas de la toma de posesión de Nicolás Maduro, la capital venezolana se ha convertido en el epicentro de multitudinarias protestas lideradas por la oposición. Miles de ciudadanos han salido a las calles en rechazo a la autoproclamada victoria de Maduro en los comicios de julio pasado, cuya legitimidad ha sido ampliamente cuestionada.
Los líderes de la oposición han llamado a la movilización masiva, exigiendo transparencia en el proceso electoral. Hasta el momento, Maduro se ha negado a presentar las actas electorales que sustentarían su triunfo, lo que ha intensificado las denuncias de fraude y la desconfianza popular. “No aceptaremos un gobierno que se impone sin el respaldo del pueblo y sin pruebas de su victoria,” declaró María Fernanda García, una de las portavoces del movimiento opositor.
Las protestas se han concentrado en puntos estratégicos de Caracas, incluyendo la Plaza Venezuela y los alrededores del Palacio de Miraflores, donde las fuerzas de seguridad han desplegado un amplio operativo. A pesar de los intentos del gobierno por controlar las manifestaciones, estas continúan creciendo en intensidad.
Observadores internacionales han expresado preocupación por el deterioro de la situación en Venezuela. “Es fundamental que se respete el derecho a la protesta pacífica y que el gobierno permita el escrutinio electoral para garantizar la confianza de los ciudadanos,” señaló José Antonio Ruiz, representante de una organización de derechos humanos.
En medio de la crisis, Maduro ha defendido su posición y ha acusado a la oposición de intentar desestabilizar al país. “Este es un intento más de los enemigos de la patria por socavar nuestra revolución,” afirmó el mandatario en un mensaje televisado.
Con la toma de posesión programada para mañana, el clima de tensión en Caracas parece lejos de disiparse. La comunidad internacional y el pueblo venezolano están atentos al desenlace de una situación que podría marcar un punto de inflexión en la historia reciente del país.