La crisis política y social en Venezuela ha desencadenado una masiva ola de migración hacia Brasil, particularmente hacia la pequeña ciudad de Pacaraima, en el estado de Roraima. La situación ha alcanzado niveles críticos tras la controvertida reelección de Nicolás Maduro el 28 de julio, seguida de una fuerte represión por parte del régimen venezolano.

Los inmigrantes venezolanos, quienes llegan a Brasil con la esperanza de iniciar una nueva vida, se enfrentan a condiciones precarias mientras esperan en la frontera. La afluencia de personas ha superado la capacidad de los recursos disponibles, con las filas de inmigrantes organizadas bajo toldos que resultan insuficientes para cubrir la creciente demanda.

Desde las elecciones, el flujo de migrantes ha aumentado drásticamente. Antes de los comicios, aproximadamente 300 inmigrantes venezolanos llegaban a Brasil diariamente. Sin embargo, tras la reelección de Maduro y las subsecuentes tensiones, el número de llegadas ha escalado a cerca de 600 por día. El 26 de agosto se registró un pico sin precedentes, con más de 740 personas cruzando la frontera en un solo día.

Entre los migrantes se encuentran Jeferson Barreto, de 24 años, Natali Rodríguez, de 25 años, y su hija de 1 año, Cloe. La familia cruzó la frontera el 26 de agosto y, a principios de septiembre, aún permanecían en la zona fronteriza de Pacaraima.

El incremento en el número de inmigrantes ha generado retrasos significativos en los procesos de documentación, que ahora tardan al menos cinco días en completarse. Además, la demanda de vacunas obligatorias, como las de fiebre amarilla, triple viral, hepatitis B y Covid, ha superado la oferta en algunos momentos, provocando escasez y complicaciones adicionales para los recién llegados.

La crisis venezolana sigue teniendo un impacto profundo en la región, con un aumento notable en el número de personas que buscan refugio en Brasil ante la continua inestabilidad en su país de origen.