En los primeros dos meses del año, más de una docena de individuos, previamente reportados como desaparecidos, han sido descubiertos sin vida en condiciones de descomposición y con signos de violencia, desatando una preocupación generalizada en la población dominicana y clamores por una mayor seguridad ciudadana.

Este inquietante fenómeno no discrimina entre militares y civiles. El hallazgo del cuerpo del capitán del Ejército, Héctor Peña Cuevas, en el puente Arroyo Cañada, y la aparición de Álvaro Luis Rodríguez, atado y con signos de violencia en Navarrete, Santiago, son solo dos ejemplos de la escalofriante realidad que enfrenta el país.

La lista de víctimas también incluye a adolescentes como Víctor Juan Obrin, de 14 años, cuyo cuerpo fue encontrado después de su desaparición en Santiago, y a residentes haitianos como Marcereno Marcerete y Paispo Remet, cuyos cuerpos sin vida fueron encontrados en circunstancias similares.

Las autoridades también investigan casos como el reciente de la joven Paula Santana Escalante, cuyo cuerpo fue hallado en una alcantarilla en su lugar de trabajo, sumando una tristeza insondable a esta ola de tragedias.

Estos desafortunados sucesos ponen de relieve una realidad preocupante en la República Dominicana, donde más de mil 425 denuncias de desapariciones han sido reportadas en los últimos siete años, y donde aún persisten muchas incógnitas sin resolver.

La necesidad de medidas efectivas para combatir la violencia y garantizar la seguridad de todos los ciudadanos es una urgencia ineludible en estos momentos.

 

 

 

 

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