Una enfermedad degenerativa amenazaba con dejar completamente ciego a Antonio, pero gracias al ingenio y la persistencia de su equipo médico, ha recuperado la vista, un milagro de Dios y de la ciencia. En 2012, esta familia cubana obtuvo una visa humanitaria para llevar a Antonio a Estados Unidos, donde recibiría tratamiento para la epidermolisis bullosa, una condición genética que debilita la piel y las membranas mucosas, causando dolorosas ampollas con cualquier roce.

Antonio padecía la falta de un tipo de colágeno esencial para mantener su piel y la superficie de los ojos intactas, lo que generó una especie de catarata y adhesiones en sus ojos, dificultando su visión. Después de dos cirugías que no lograron resolver el problema, en 2020 comenzó una terapia genética experimental que le permitió mejorar las lesiones en la piel.

El doctor Savater tuvo la idea de reformular el medicamento para administrarlo en gotas para los ojos. Tras años de pruebas, obtuvieron autorización de uso compasivo de la FDA. Antonio se sometió a cirugías en ambos ojos y comenzó el tratamiento con las gotas, lo que ha mejorado su visión de manera impresionante, alcanzando una visión cercana a la perfección.