El fentanilo es un potente analgésico utilizado en el ámbito sanitario para aliviar dolores crónicos severos o los que surgen después de intervenciones quirúrgicas complicadas.
Se estima que es 50 veces más fuerte que la heroína y produce en el paciente una sensación temporal de bienestar y euforia. Sin embargo, también es altamente adictivo.
Este opioide ha sido catalogado oficialmente como una epidemia y es responsable de dos de cada tres muertes por sobredosis en Estados Unidos.
La fabricación del fentanilo es económica, rápida y no está sujeta a restricciones geográficas ni a la necesidad de cultivos específicos, lo que dificulta la labor de las fuerzas de seguridad.
Además, algunos laboratorios ilegales han utilizado esta sustancia para adulterar otros medicamentos, generando adicción en los pacientes. Los cárteles también están involucrados en el comercio de esta droga.
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Esta droga, en realidad llamada xilacina, también conocida como tranq, es un sedante y analgésico veterinario que ha sido autorizado por la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) desde 1972 exclusivamente para su uso en animales.
Se ha observado un alarmante aumento en la detección de xilacina por parte de la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA) entre 2020 y 2021. En la región sur del país, los casos de detección aumentaron casi un 200%, mientras que en el oeste el incremento superó el 100%.
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