Paul Alexander lleva 70 años dependiendo de un pulmón de acero, un artilugio que ha tenido que utilizar desde que contrajo polio a la edad de seis años cuando vivía con su familia en los suburbios de Dallas.

Hoy, gracias al gran ventilador de acero, está vivo y bien, a pesar de estar casi completamente paralizado del cuello para abajo; toda una historia de superación y resiliencia. “Nunca me he rendido y no lo voy a hacer”, dijo Alexander en una reciente entrevista.

Alexander es una de las últimas personas que emplea un pulmón de acero, un dispositivo inventado en la década de 1920 que era habitual en las salas de poliomielitis en el momento álgido de la epidemia, hasta la segunda mitad del siglo pasado.

En 1959, 1.200 estadounidenses dependían de un pulmón de acero para mantenerse con vida, pero las máquinas se fueron haciendo menos comunes tras la distribución generalizada de la vacuna contra la polio.