A pesar de que la crisis de Haití inició con su misma emancipación en 1804, desde el terremoto de 2010 ese amasijo social se ha ido convirtiendo paulatinamente en la Somalia del caribe donde las pandillas son la ley, batuta y constitución y los presidentes de turno una simple pantomima.

Asimismo, tras el asesinato del expresidente Jovenel Moïse ha proliferado la inestabilidad sociopolítica y el éxodo masivo de personas. Sin embargo, fueron las imágenes brutales de Texas y el secuestro de 17 misioneros lo que puso a Haití en la agenda internacional pues todo lo demás a nadie parece importarle.

En efecto, ha vuelto a reverdecer el anacrónico discurso de la intervención militar olvidando por completo los 13 años fallidos y el despilfarro de dinero de la Minustah. Haití lo que necesita es un Plan Marshall del siglo XXI en la condición de “fideicomiso” para ser reconstruido por completo.