El asesinato del presidente Jovenel Moïse profundizó aún más la frágil situación política e institucional de Haití, desatada este año por la fecha de finalización del mandatario. Pero además, significa un nuevo golpe para el país, sumido en una crisis humanitaria desde hace años.

La economía de Haití se había contraído incluso antes de la pandemia y se redujo un 3,8% más en 2020. Aproximadamente el 60% de la población vive ahora en la pobreza, según el Banco Mundial.

Unicef, la agencia de las Naciones Unidas para la infancia, dijo en mayo que se esperaba que la desnutrición infantil aguda se duplicara este año a medida que el país enfrenta el aumento de la violencia, la pandemia y la falta de acceso a servicios esenciales.