Durante años, Haití se ha encontrado en un estado de turbulencia, pero el secuestro de los misioneros fue un ejemplo que subraya cuánto han empeorado las cosas desde el asesinato en julio del presidente de Haití, Jovenelp Moïse y los desastres naturales que se registraron poco después.

Desde hace mucho tiempo, las pandillas forman parte del panorama haitiano y han ido prosperando en el vacío político que ha permitido que se apoderen de alrededor de la mitad del territorio del país, según algunos cálculos.

Para estas organizaciones criminales, los secuestros constituyen “el nuevo negocio que atrae la mayor cantidad de dinero”.