La falsificación de bebidas alcohólicas, además de haber provocado más de 300 muertos en los últimos doce años, genera cuantiosas pérdidas al fisco y a las empresas productoras.

El problema tiene dos modalidades, dañinas ambas para la salud y el comercio. La primera consiste en vender directamente alcohol destilado de manera rudimentaria, como es el caso del clerén, y la segunda es la producción de alcohol para falsificar marcas reconocidas, especialmente rones y whisky.

El año pasado murieron más de 250 personas a partir del mes de marzo por los efectos del metanol producido por el alcohol fabricado de manera clandestina. En los últimos 30 días han fallecido 70 personas, según el Ministerio de Salud Pública.