La semana arrancó con la proclamación oficial de Danilo Medina como candidato presidencial por el PLD, en un acto multitudinario que combinó fanfarria con tensiones internas. Aunque la puesta en escena fue grandilocuente, con tarimas, gritos y cánticos, el ambiente entre los altos dirigentes era más propio de un velorio político que de una fiesta partidaria. Las imágenes mostraban rostros serios, saludos tensos y gestos contenidos. El expresidente Leonel Fernández juramentó a Danilo, sellando una alianza que parecía más una obligación que una celebración. El acto dejó ver que, aunque se levantaron manos y se corearon lemas antiguos, algo del espíritu original del partido parecía haber quedado atrás.
En paralelo, la justicia dominicana ofrecía otra historia. Pedro Ramón Sánchez Almonte, regidor de La Vega y convicto por narcotráfico en Estados Unidos, fue capturado y extraditado tras años escondido bajo otro nombre. Su caso dejó al desnudo fallas en el sistema y una alarmante permisividad en la política local. Las imágenes de su traslado, esposado, con la cabeza gacha y una actitud derrotada, fueron el cierre visual de una historia que combina impunidad, doble vida y la falsa esperanza de que un “carguito” puede limpiar un expediente manchado por el crimen. La extradición fue un recordatorio de que, aunque lenta, la justicia puede llegar… y cobra con intereses.
Mientras tanto, en la UASD, un grupo reducido de encapuchados paralizó las clases con disturbios violentos que enfrentaron a la policía. Gases lacrimógenos, disparos al aire, basura ardiendo en las esquinas y estudiantes huyendo del caos con el rostro cubierto definieron la escena. Las razones oficiales hablaban del cierre del comedor universitario, pero el caos superó cualquier argumento. Jóvenes entre balcones observaban cómo su universidad se convertía otra vez en campo de batalla. La esquina de José Contreras fue epicentro de una refriega que rememoró otros tiempos oscuros. La violencia irracional, como siempre, acabó robándose el foco.



