La última semana de septiembre estuvo cargada de simbolismo, contraste y tensión en República Dominicana. Por un lado, la esperada audiencia en la Suprema Corte de Justicia donde se revisa la decisión de no proceder judicialmente contra el senador Félix Bautista. Por el otro, la tradicional misa y procesión de la Virgen de las Mercedes, patrona del pueblo dominicano, que se celebró con fervor en la capital. En ambos escenarios, lo visible y lo invisible del poder —espiritual y político— se entrecruzaron.

El miércoles, en la Segunda Sala Penal de la Suprema Corte, finalmente se rompió el empate con la designación de la jueza Mariana García. Junto a los magistrados Hirohito Reyes, Frank Soto, y Esther Angelan, se conoció la apelación del Ministerio Público que busca anular el “no ha lugar” emitido anteriormente en favor de Bautista. La audiencia estuvo marcada por una puesta en escena judicial que incluyó calor, abanicos, fiscales desgañitados, abogados alineados como en coreografía y un acusado que, arrinconado, apenas daba la cara. La defensa y la fiscalía se enfrentaron por horas mientras fuera de la corte, un ambiente de tensión y vigilancia persistía. El fallo se conocerá el 21 de octubre.

Al día siguiente, el jueves, la solemnidad llenó las calles de la ciudad durante la celebración de la Virgen de las Mercedes. Desde temprano, los fieles acudieron al templo homónimo en la avenida Bolívar. Con cantos, oraciones y crítica social desde el púlpito por parte del padre Frankelis, la misa se convirtió en un acto de denuncia contra la desigualdad y la corrupción. Luego, la imagen de la virgen salió en procesión entre pétalos de rosa, familias enteras, bandas de música, mendigos, monjas, y el perro “Kaki” que, fiel a su cita anual, se hizo presente en medio de la multitud. La fe, como siempre, recorrió las calles que la política no siempre alcanza.