Desde su retiro, el ex-pelotero dominicano Sammy Sosa sigue siendo una de las figuras más recordadas y admiradas en la historia del deporte nacional. En una entrevista exclusiva para la sección Hablan los Protagonistas, el ídolo de San Pedro de Macorís compartió sus memorias más impactantes, su visión sobre el éxito y el orgullo que siente por haber puesto el nombre de República Dominicana en lo más alto del béisbol mundial.

Sosa hizo énfasis en la importancia de la perseverancia, la disciplina y el hambre de superación como pilares fundamentales en su camino a la cima. Reconoció que no fue fácil, pero aseguró que el compromiso con su familia, la fe en Dios y su determinación le permitieron superar todos los obstáculos. Para él, cada sacrificio tuvo sentido cuando comprendió que representaba no solo su apellido, sino a todo un país hambriento de gloria.

Uno de los momentos más emblemáticos que rememoró fue su primer cuadrangular en Grandes Ligas, nada menos que frente a Roger Clemens. Aquel turno, que comenzó con nervios y terminó con una bola volando fuera del estadio, marcó el inicio de una carrera que lo llevaría a superar la marca de los 600 jonrones. Según contó, ese batazo fue más que un hito deportivo: fue una declaración de intenciones. Desde ese día, Sosa supo que estaba destinado a grandes cosas.

A lo largo de la entrevista, dejó claro que la emoción nunca desapareció. Cada cuadrangular, desde el primero hasta el número 600, tuvo un sabor distinto, pero la sensación de “volar” al recorrer las bases nunca dejó de ser mágica. “No era solo conectar la bola, era hacer historia”, confesó con la naturalidad de quien entendía que su swing había cambiado el rumbo del béisbol dominicano.

Habló también de sus orígenes humildes en San Pedro de Macorís, donde admiraba a figuras como Pedro Guerrero, Rafael Ramírez y Joaquín Andújar. Verlos regresar con sus vehículos de lujo y su fama encendió en él el deseo de seguir ese mismo camino. Pero no se trataba solo de dinero o prestigio, sino de representar con dignidad y orgullo a su gente. En ese entonces, incluso en ligas menores, Sosa ya visualizaba su grandeza. No se conformaba con un turno bueno; siempre peleaba por más.

Durante la histórica temporada de 1998, en la recordada batalla de cuadrangulares junto a Mark McGwire, Sosa demostró que era un contendiente legítimo. Aunque inicialmente los medios no lo colocaban entre los favoritos, su impresionante racha de 20 jonrones en un solo mes lo catapultó al centro del escenario. Desde entonces, dejó de ser promesa y se convirtió en fenómeno.

Hoy, desde la distancia del retiro, Sammy Sosa habla con la serenidad de quien lo ha dado todo. Se sabe parte viva de la historia y agradece el camino recorrido. Su legado no se mide solo en estadísticas, sino en el corazón de los dominicanos que lo vieron brillar. Porque Sammy no solo conectó jonrones; conectó generaciones enteras con la idea de que sí se puede, si se sueña en grande y se trabaja con el alma.