En un ambiente cargado de tensión, el pasado 26 de marzo se llevó a cabo una crucial reunión del Comité Político del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) en la Casa Presidencial de la Zona Universitaria. De los 35 miembros convocados, sólo faltó José Tomás Pérez. Afuera, una docena de personas de los barrios vociferaban, mientras adentro se alineaban los dos grupos en pugna.
Desde ese día, el semblante del doctor Leonel Fernández reflejaba un presentimiento inquietante. A pesar de las sonrisas para guardar las apariencias, el ambiente era tenso, y todo parecía consumado. Al final de la reunión, Reinaldo Pared Pérez lanzó una prenda que pocos analizaron en profundidad: el presidente había sido electo bajo una constitución que prohibía las reelecciones.
En días previos, los miembros de la corriente del presidente Danilo Medina se reunieron en un hotel de la capital para planificar la próxima reunión, pautada para el 19 de abril en Juan Dolio. Los VIP se encontraban en lugares privilegiados, en rangos ministeriales. Llegó finalmente el domingo 19 de abril, y en Juan Dolio, el expresidente Leonel Fernández y el presidente Medina se reunieron en la casa del gerente del metro para intentar armonizar posiciones.
El rostro de Fernández mostraba sosiego, mientras que Margarita Cedeño reflejaba mucha ansiedad. Los demás participantes se comportan como si estuvieran en una funeraria. Medina llegó una hora antes del inicio, y después de siete horas de trabajo, Reynaldo Pared Pérez leyó lo que muchos interpretaron como el acta de defunción del grupo de Fernández.
Al día siguiente, un grupo de diputados y 16 senadores, incluyendo a varios tránsfugas, se sublevaron en el Congreso, anunciando que no acatarán la decisión de su comité político. Parecían miembros del PRD. Benicio Castillo, diputado de la Fuerza Progresista, también atacó la reelección de Medina.
Ese lunes, el presidente Medina trabajó normalmente en la recepción de cartas credenciales de varios embajadores. El martes por la tarde, se dirigió a Los Alcarrizos. A las 9:50 de la mañana del lunes, observé desde la calle el ventanal del despacho presidencial, sin señales de espera por parte de Danilo.
Dentro del Palacio Nacional, el ministro Administrativo de la Presidencia, José Ramón Peralta, y el ministro de Agricultura, Ángel Estévez, esquivaban a los periodistas. El Palacio permanecía silencioso, preparado para el protocolo de la llegada de la Guardia Presidencial.
A las 10:45 de la mañana, el presidente y la vicepresidenta Margarita Cedeño llegaron, saludaron a los presentes y recibieron al canciller Miguel Vargas. Entre los embajadores que presentaron credenciales ese día estuvieron el nuevo embajador de México, Juan Carlos Tirado, la embajadora de Ecuador, María del Carmen Larrea, el embajador de Haití, André Daniel, y el embajador de Kazajistán, Constantin Cigaló.
Al finalizar la ceremonia, en medio de risas y saludos, los presentes se retiraron al salón de embajadores. No faltaron las preguntas sobre la reelección, a lo que el presidente Medina respondió: “Déjalo que llegue.”