En una semana cargada de tensiones políticas y sociales, dos eventos destacaron en la República Dominicana: el caso judicial del senador Freddy Bautista y la violenta manifestación durante una presentación del expresidente Leonel Fernández. Estos acontecimientos reflejan el clima de agitación que rodea al país.

El martes pasado, la Suprema Corte de Justicia fue el escenario de una tensa audiencia para determinar si el magistrado Frank Soto continuaría con el caso de la compañía Rofi, investigada por la Procuraduría. Frente al edificio, una veintena de personas repartía afiches impresos en apoyo al senador acusado, argumentando gratitud y lealtad, algunos con niños en brazos. Simultáneamente, miembros de la élite empresarial acudieron a respaldar la lucha de la Procuraduría contra el desvío de fondos públicos, un gesto sin precedentes en la historia reciente.

Dentro de la corte, el ambiente era igualmente tenso. A las 12 del mediodía, fiscales y abogados se reunieron para la audiencia programada a las 3 de la tarde. La sala estaba llena de periodistas y visitantes, todos atentos al veredicto del juez Soto. Cuando finalmente se dio la decisión, el juez anunció que continuaría con el caso, desestimando los argumentos de la defensa. Dos días después, el Ministerio Público recusó al juez Soto, intensificando la controversia.

El miércoles 5 de mayo, en un hotel de la Avenida Tiradentes, se desarrolló un almuerzo y una entrevista pagada con el expresidente Leonel Fernández. Afuera, la calle estaba tomada por la seguridad y grupos de personas traídas en autobuses, algunos admitiendo haber sido pagados para estar allí. La atmósfera se volvió tensa cuando comenzaron a llegar los fotógrafos, anticipando conflictos.

A las 11:15 de la mañana, la avenida estaba repleta de una multitud heterogénea, con la presencia notable de jóvenes dispuestos a cualquier cosa. La seguridad del expresidente y grupos de choque se mezclaban con pandillas contratadas, listas para impedir que los periodistas hicieran su trabajo.

En un momento, un fotógrafo fue identificado y atacado por miembros de una pandilla, mientras la policía permanecía indiferente. Los golpes continuaron hasta que algunos transeúntes intervinieron, ayudando al fotógrafo a escapar de la violencia. Otros atacantes, en cambio, permanecieron sin ser detenidos.