El nombre del General Francisco Hiraldo Guerrero, durante mucho tiempo, fue sinónimo de respeto y admiración en la Dirección Nacional de Control de Drogas (DNCD). Sin embargo, su trayectoria ascendente en esta institución pronto se vio empañada por la corrupción y el narcotráfico, revelando una red de complicidades con políticos y militares de alto rango.

En mayo de 2005, durante la misa conmemorativa del decimoséptimo aniversario de la DNCD, Hiraldo Guerrero, aparentemente un miembro respetado de la institución, ya había sucumbido a las tentaciones del crimen organizado. Bajo la apariencia de un oficial comprometido, se desempeñaba en una doble función, manipulando tanto a sus colegas como a los representantes de la DEA presentes en el evento.

Su participación en la inspección de lanchas rápidas incautadas para su posterior uso en actividades ilícitas fue solo el comienzo de su carrera delictiva. En noviembre de 2006, como jefe del departamento de operaciones, Hiraldo Guerrero dirigía personalmente allanamientos en barrios afectados por el microtráfico, revelando un conocimiento detallado de estas actividades ilegales.

La ironía alcanzó su punto máximo en junio de 2008, cuando se le otorgó un reconocimiento en una actividad oficial de la DNCD, sin saber que entre los presentes se encontraba un criminal disfrazado de militante contra el crimen. A lo largo de los años, Hiraldo Guerrero consolidó su posición como un líder en el mundo del narcotráfico, enviando toneladas de cocaína a los Estados Unidos y engañando a jóvenes oficiales y agentes que lo consideraban un verdadero líder.

A pesar de los esfuerzos de la DNCD y la lucha incansable de fiscales y agentes, la droga continuó devastando comunidades y enriqueciendo a sus traficantes. El caso de Hiraldo Guerrero es solo un ejemplo de cómo la corrupción se infiltró en las instituciones encargadas de combatir el crimen organizado.

Finalmente, el 14 de enero de 2013, el general Hiraldo Guerrero enfrentó la justicia en una audiencia ante la Cámara Penal de la Suprema Corte, donde fue acusado de sus crímenes. Su ascenso meteórico y caída estrepitosa sirven como recordatorio de los peligros de la corrupción y el narcotráfico en la sociedad dominicana, así como de la valentía de aquellos que continúan luchando contra este flagelo en las calles y barrios afectados.