En el trasfondo de la arena política dominicana, la figura del expresidente Hipólito Mejía ha sido objeto de atención constante debido a sus fluctuantes posturas sobre temas de interés nacional. En particular, su reciente vaivén en torno al impuesto a las compras por internet ha despertado críticas y cuestionamientos sobre la coherencia de sus declaraciones.
Mejía atrajo los reflectores al expresar su apoyo al impuesto durante una entrevista. Sin embargo, esta posición fue efímera, ya que al día siguiente, de manera sorpresiva, revocó su respaldo a la medida, generando confusión y descontento entre la opinión pública.
Este comportamiento errático no es nuevo en el repertorio político de Mejía. En el pasado, su ambigüedad en asuntos clave ha generado desconfianza y desilusión entre sus seguidores. Desde su manejo de la situación de Loma Miranda hasta su actual postura respecto al impuesto, la falta de consistencia en sus acciones y declaraciones socava su credibilidad como líder político.
La falta de una postura firme y fundamentada no solo refleja una falta de criterio en Mejía, sino que también plantea interrogantes sobre su idoneidad para ocupar cargos de responsabilidad pública en el futuro. Los ciudadanos esperan líderes que sean capaces de articular una visión clara y coherente sobre los problemas que enfrenta la nación, no aquellos que cambian de opinión de un día para otro sin una reflexión sustancial.
Además, el constante vaivén en las posturas políticas de Mejía ha abierto espacio para la crítica interna dentro de su antiguo partido. Voces disidentes, como las de los seguidores de Miguel Vargas Maldonado, señalan a Mejía como un factor que contribuyó a la derrota política del partido, debido a su falta de consistencia y su impacto negativo en la imagen del partido.
En última instancia, la inconsistencia política de Hipólito Mejía plantea interrogantes más amplios sobre la calidad del liderazgo en la República Dominicana y la necesidad de una mayor transparencia y coherencia en el proceso político. Los ciudadanos merecen líderes que actúen con integridad y convicción, no con cambios de opinión impulsivos que socavan la confianza en el sistema político.