Finalmente, desde la medianoche comenzaron a aplicarse los nuevos aranceles firmados la semana pasada por el presidente Trump, marcando un promedio del 17%, el nivel más alto desde los años 30. Estas tarifas afectan una amplia gama de productos importados, incluyendo electrodomésticos de la Unión Europea, autos japoneses, alimentos, muebles y juguetes de China, así como televisores de Corea del Sur.
Además, el presidente anunció su intención de imponer aranceles del 100% sobre semiconductores importados, componentes esenciales para la fabricación de computadoras, teléfonos, autos y otros dispositivos electrónicos. Esta medida busca fortalecer la producción nacional, pero podría impactar los costos para consumidores y empresas que dependen de estos productos importados.
Las autoridades comerciales justifican estas tarifas como una respuesta necesaria para proteger la industria estadounidense frente a prácticas consideradas desleales y para reducir el déficit comercial con otros países. Sin embargo, algunos expertos advierten que el aumento en los aranceles podría desencadenar una guerra comercial que afecte las cadenas globales de suministro.
Por otro lado, sectores industriales vinculados a las importaciones muestran preocupación por el impacto en sus costos operativos, lo que podría traducirse en precios más altos para los consumidores finales. Organizaciones empresariales han pedido al gobierno evaluar cuidadosamente los efectos a largo plazo y buscar acuerdos que eviten represalias de países afectados.
Mientras tanto, la comunidad internacional observa con atención estos cambios, pues varias naciones ya han manifestado su rechazo y anuncian posibles medidas en respuesta a las nuevas tarifas. El escenario comercial global podría experimentar una fuerte tensión en los próximos meses, con implicaciones para la economía mundial.