A las cinco y veinte de la madrugada del sábado, el “Dani Hum” encabezaba la caravana desde Baní, con una enorme pancarta a cuestas y un discípulo del maestro trepado como vigía. Antes de las siete ya estaban en San Juan, donde las réplicas del Palacio Nacional y la OISOE maquillaban la pobreza de un pueblo dormido bajo vallas políticas. El desayuno fue donde Andrea, entre motoras, niños con banderas y promesas colgadas en cada poste. De allí, rumbo a Las Matas de Farfán, el convoy avanza entre saludos, seguridad y la cruz de Tolentino desafiando la escena electoral.

A las ocho y media, en la gasolinera, resurge un viejo león domesticado, y los canales transmiten en vivo. Telma comanda a su grupo mientras llegan Gonzalo, Lila y el vocero de turismo con sus lengüitas, en medio de banderas ondeantes y discursos de ocasión. No hay mujeres prietas con el cuatro, pero sobran las rollizas sin lipo. A las diez y treinta, la yipeta del candidato irrumpe y aparece Danilo Medina como mago sobre el techo. Comienza la caravana oficial con Adriano, Telma y cientos de personas apostadas en las aceras, entre tarimas, niños con afiches y un ritmo acelerado de campaña.

Ya en Vallejuelo, el presidente-candidato luce satisfecho. En el punto final, entre GoPros, abrazos y aplausos, Danilo toma el micrófono y declara sentirse “rey de San Juan”. Al día siguiente, en el Centro Olímpico, se rodea de mujeres, levanta manos y confirma lo esperado: Margarita será su compañera de fórmula. Con violines, vítores y una sonrisa de sorpresa anunciada, culmina un fin de semana de política al galope. Mientras tanto, el PRM proclama a Carolina Mejía como su vicepresidenta en el Hotel Sheraton, entre robles viejos, exguerrilleros y los nietos de Hipólito, listos para la contienda.