Donald Trump para reintroducir los popotes plásticos ha reavivado el debate sobre el impacto ambiental de estos productos de un solo uso. Aunque el mandatario argumenta que los popotes de papel no son eficaces porque se quiebran, grupos ambientalistas han expresado su preocupación por las consecuencias de esta decisión.

En Latinoamérica, los popotes tienen diferentes nombres dependiendo del país: en México se les conoce como popotes, en Puerto Rico como sorbetos, en Colombia y Venezuela como pajillas, y en algunos lugares como pajitas o bombillas. Sin importar su nombre, estos elementos están en el centro de la controversia debido a su impacto ambiental.

Expertos señalan que los popotes de plástico contribuyen significativamente a la contaminación, especialmente en los océanos, ríos y arroyos, donde muchos de ellos terminan. Se estima que en EE.UU. se utilizan alrededor de 390 millones de popotes plásticos diariamente, muchos de los cuales tardan hasta 200 años en descomponerse, lo que agrava la situación de los plásticos de un solo uso.

Si no atendemos esta situación, es como estarnos suicidando de manera lenta”, expresó Rosario, una de las activistas preocupadas por los efectos de los plásticos en la vida silvestre. En contraste, los popotes de papel, que se descomponen en pocas semanas, han sido considerados una alternativa más ecológica, aunque algunos consumidores, como los encuestados en el informe, prefieren los popotes plásticos por su durabilidad.

Frente a esta polémica, los defensores del medio ambiente proponen alternativas como los popotes reutilizables de metal o los biodegradables a base de plantas. Sin embargo, muchos coinciden en que lo más importante es reeducar a la población sobre el impacto de estos productos y fomentar el uso responsable.

La reintroducción de los popotes plásticos por parte de la administración Trump marca un retroceso en los esfuerzos para reducir la contaminación por plásticos y ha generado reacciones encontradas tanto en Estados Unidos como en América Latina.