Lo que comenzó como un experimento curioso se ha convertido en un espectáculo natural diario que alegra a toda una comunidad. Más de 200 pericos de La Española surcan el cielo capitalino y llegan puntualmente cada mañana y tarde al balcón de Julio Sosa, un amante de las aves que ha creado un pequeño santuario urbano para estas coloridas visitantes.

Hace dos años, Sosa colocó una bocina en su casa para reproducir los sonidos de los pericos con la esperanza de atraerlos. Al principio, solo una pareja de aves se acercaba tímidamente a una torre cercana. Inspirado por tutoriales en YouTube, improvisó un comedero… y el resto es historia.

“Primero vinieron dos, después 10, luego 12… y hoy ya superamos los 200. Es una experiencia increíble”, cuenta emocionado.

Los pericos llegan puntuales, como si llevaran reloj. “A las 7:00 de la mañana están ahí para su desayuno. Comen hasta eso de las 8:15 y se van. En la tarde regresan a las 5:00”, relata Sosa, quien ha adaptado su rutina diaria al ritmo de sus visitantes.

La familia gasta aproximadamente 1,850 pesos cada quincena en alimento, incluyendo sacos de 50 libras de mezcla especial para aves. Aunque la inversión ha ido en aumento, Julio asegura que la satisfacción de cuidar a las aves lo vale todo. “Si se lo dejo libre, en una semana se comen el saco completo”, comenta entre risas.

De forma jocosa, también dice que ha desarrollado una conexión tan fuerte con los pericos que hasta puede predecir el clima. “Cuando va a llover, ellas llegan más temprano y se quedan durante todo el día. Entre ellas y Gloria Ceballos (la directora de la Oficina Nacional de Meteorología), no hay mucha diferencia”, bromea.

El perico de La Española, una especie nativa que forma pareja de por vida y puede vivir hasta 50 años, ha encontrado en el hogar de Julio un refugio seguro en medio del bullicio urbano.