El presidente de Brasil, Luis Inácio Lula da Silva, expresó su consternación tras la masacre ocurrida en Río de Janeiro, donde un operativo policial y enfrentamientos con una banda de narcotraficantes incrustada en barrios pobres dejaron al menos 119 muertos, entre ellos cuatro policías, y más de 110 arrestados.
La cifra total de víctimas representa un aumento respecto a los 60 sospechosos inicialmente reportados por las autoridades.
El secretario de la policía del estado de Río, Felipe Curi, informó que cuerpos adicionales fueron hallados en un área boscosa, donde los individuos estaban equipados con ropa de camuflaje, chalecos y armas. Muchos de los cuerpos aparecieron posteriormente sin equipo, generando sospechas de manipulación de pruebas por parte de residentes locales, quienes retiraron ropa y objetos de los fallecidos.
La redada se realizó en las favelas de Penha y Complexo de Alemão, involucrando unos 2.500 policías y soldados, con apoyo de helicópteros y vehículos blindados. La operación se centró en desarticular al Comando Rojo, una de las bandas más peligrosas de Río. Durante el operativo, los miembros de la banda abrieron fuego y lanzaron represalias, lo que provocó escenas de caos, cierre de escuelas, cancelación de clases universitarias y bloqueo de carreteras con autobuses convertidos en barricadas.
Hasta el momento, las autoridades confirmaron la incautación de 93 rifles y más de media tonelada de drogas. La cifra oficial de arrestados asciende a 113 personas. Los residentes de la zona, indignados, rodearon los cuerpos recogidos y gritaron “masacre” y “justicia”, antes de que los equipos forenses pudieran retirar los restos.
El presidente Lula anunció su intención de visitar Río de Janeiro para constatar la situación y expresó su horror ante las escenas registradas. “Estamos horrorizados por lo ocurrido y debemos garantizar que la ley se cumpla sin vulnerar los derechos humanos”, afirmó, mientras las autoridades continúan investigando los hechos y reforzando la seguridad en las áreas afectadas.
