El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, sostendrá próximamente un encuentro con su homólogo chino, Xi Jinping, para abordar temas clave del comercio internacional, con especial énfasis en la soja. Este diálogo se produce en medio de tensiones comerciales y políticas entre ambos países, incluyendo disputas arancelarias y diferencias sobre Taiwán.

La reunión busca atender una creciente preocupación de los agricultores estadounidenses, cuya producción de soja se ha visto afectada por la disminución de compras por parte de China. La falta de demanda ha reducido los precios en el mercado de Chicago, generando incertidumbre también en otros países productores, como Brasil y Argentina, que utilizan el mercado estadounidense como referencia de precios.

Analistas advierten que un posible acuerdo entre EE. UU. y China podría cambiar la dinámica del comercio global de soja, desviando compras desde proveedores alternativos hacia los granos estadounidenses. Esta negociación será clave para definir el futuro del sector agropecuario en la región y la estabilidad de los precios internacionales.

El encuentro entre Trump y Xi Jinping también se perfila como un intento de mejorar las relaciones comerciales bilaterales, afectadas por la llamada “guerra arancelaria” iniciada durante administraciones anteriores. Además de la soja, se espera que ambos líderes discutan otros productos agrícolas y posibles incentivos para reactivar el comercio entre las dos potencias.

Por otro lado, la negociación tiene implicaciones geopolíticas importantes. China ha mostrado interés en asegurar el suministro de granos mientras diversifica sus compras en América Latina, especialmente en Brasil y Argentina. Cualquier acuerdo con EE. UU. podría redefinir las rutas comerciales y generar un impacto directo en los precios de exportación de la región.

En este contexto, los mercados globales observan con atención la reunión. Productores, exportadores y gobiernos de países terceros podrían verse afectados por los resultados, ya que una decisión favorable para EE. UU. podría reducir la demanda de soja en otros mercados, alterando la cadena de suministro y los ingresos agrícolas internacionales.