El Ministerio de Sanidad de Gaza reportó recientemente la muerte de 101 personas por desnutrición, entre ellas al menos 80 niños, incluyendo 15 fallecimientos en un solo día. La Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos teme que las cifras reales sean mucho más altas, pues muchas muertes no se reportan.

En medio del colapso, las escenas desgarradoras se repiten. Una madre, desesperada, recogía restos de comida del suelo para alimentar a sus hijos mientras suplicaba al mundo: “¡Tengan piedad de nosotros! ¡Tengan piedad de nuestros niños!”

En el Hospital Especializado Al-Rantisi para Niños, las escenas son desesperantes. El médico Ragheb Warshagha denuncia una crisis sin precedentes: bebés ingresados en condiciones críticas, madres desnutridas incapaces de producir leche materna y una ausencia total de leche de fórmula. “Atendemos casos graves cada día. Muchos niños mueren por infecciones que su sistema inmunológico no puede combatir”, aseguró.

La historia de la pequeña Sham Maqqat resume la tragedia. Su madre, sin alimentos ni suplementos, observa cómo su hija se apaga lentamente: “No hay leche. No puedo amamantarla. Vemos morir a nuestros hijos y no podemos hacer nada”, lamentó entre lágrimas. Lo mismo ocurre con la familia de Hossam Al-Taramasi, cuyo hijo apenas sobrevive con suero desde hace días. “No puede caminar. Esto es una hambruna”, denunció su madre.

Cocinas comunitarias al límite y colas bajo el sol La desesperación crece en los campamentos improvisados. Las cocinas comunitarias, únicas fuentes de alimento para muchas familias, ofrecen una ración diaria —generalmente lentejas— que apenas logra calmar el hambre. Bajo el sol implacable, cientos de personas hacen fila por horas con la esperanza de conseguir algo de comida. Muchas veces, esa espera termina en una lucha desgarradora por una porción, y la tristeza de regresar con las manos vacías.

En palabras de la ONU, la crisis en Gaza ha alcanzado niveles “catastróficos”, mientras el mundo observa. Los llamados a permitir el ingreso urgente de alimentos, medicinas y ayuda humanitaria siguen sin respuesta efectiva. Y mientras tanto, una generación entera corre el riesgo de desaparecer en medio del silencio, el bloqueo… y el hambre.