La nueva Primera Dama de los Estados Unidos, Melania Trump, ha despertado curiosidad mundial por su historia personal y sus raíces europeas. Nacida en Eslovenia, se convierte en la primera mujer extranjera en ocupar ese cargo en casi dos siglos, un hecho que ha llenado de orgullo a su pequeño país natal de apenas dos millones de habitantes. Su tierra, rodeada de castillos y montañas, ha pasado de ser desconocida a recibir atención global gracias a la figura de la exmodelo convertida en símbolo de elegancia y resiliencia.
Descubierta por el fotógrafo Stane Jerko durante un desfile de modas en su adolescencia, Melania destacó por su belleza, disciplina y energía interior. “Era alta, delgada y con una fuerza que emanaba de su serenidad”, recuerda el descubridor que la impulsó hacia una carrera internacional. Quienes la conocieron en su juventud afirman que siempre fue segura y reservada, capaz de mantener la compostura ante la envidia y las críticas. “Sabía quién era, no necesitaba demostrarlo con palabras”, relató una antigua compañera de escuela.
En su papel de Primera Dama, Melania Trump ha expresado su intención de enfocarse en combatir el acoso cibernético, una causa que la conecta con su propia experiencia juvenil. Formada en un contexto marcado por la caída del comunismo y los sueños de libertad, Melania representa la transición de una Europa cerrada hacia un mundo globalizado. Para los eslovenos, su presencia en la Casa Blanca simboliza la oportunidad de que su país, por primera vez, sea reconocido en el escenario mundial.