María de la Rosa ha enfrentado el dolor, la pérdida y la precariedad con una entereza que inspira. De ser una joven con una infancia feliz, criada por su madre junto a sus dos hermanos, pasó a convertirse en la única sobreviviente de su núcleo familiar. Su hermana falleció de cáncer dejando tres niñas huérfanas, y su hermano murió tras una enfermedad infectocontagiosa, dejando otros tres niños sin padres. A pesar de tener ya seis hijos propios, María asumió con valentía la crianza de los doce niños.

“Me hice responsable de todos porque no quería que perdieran su hogar. No podía permitir que pasaran por ese trauma dos veces”, expresó. La situación económica se tornó crítica: trabajaba en doble jornada, hacía servicios domésticos y hasta caminaba largas distancias para llegar a Monte Plata. Sin embargo, la voluntad de ofrecer estabilidad a los suyos nunca flaqueó.

Contra todo pronóstico, incluso tras una cirugía que casi le costó la vida, María logró no solo mantener unida a su familia, sino impulsar a sus hijos y sobrinos hacia la educación y la superación. Muchos hoy son profesionales: médicos, mecánicos, comerciantes y deportistas. Ella misma se graduó como licenciada, especialista en epidemiología, y tiene dos maestrías. Actualmente dirige el área de enfermería de CEDIMAT y ofrece charlas internacionales. Su historia es una lección viva de que la determinación puede transformar el destino.