El pasado viernes, los ciudadanos del Gran Santo Domingo despertaron para encontrar una situación caótica: todos los semáforos de la ciudad estaban apagados. El problema, que comenzó a las 7 de la mañana, afectó significativamente la movilidad en la capital, provocando retrasos de hasta dos horas en los desplazamientos habituales.
A pesar del impacto masivo, las autoridades no ofrecieron una explicación inmediata. El director del Instituto Nacional de Tránsito y Transporte Terrestre (INTRANT), Milton Morrison, ha sido objeto de fuertes críticas por no abordar la situación de manera oportuna. Según los reportes, la falta de semáforos se mantuvo durante todo el viernes y parte del sábado, generando un desorden total en las principales arterias de la ciudad.
Los ciudadanos se mostraron indignados, no solo por el colapso del tráfico, sino también por la falta de información por parte de las autoridades. Hasta el domingo, aún se reportaban semáforos fuera de servicio, aunque con menor impacto debido al menor tráfico del fin de semana.
Hoy lunes, Morrison tiene previsto ofrecer una conferencia de prensa para abordar lo sucedido. Sin embargo, el malestar persiste, con muchos cuestionando la transparencia y eficacia del INTRANT y del gobierno en la gestión de esta crisis.
El evento también ha reavivado el debate sobre la calidad de la gestión pública y la falta de respuesta rápida en situaciones críticas. Aunque algunos sugieren que podría haber habido un sabotaje, otros ven en este incidente un síntoma de problemas más profundos en la administración pública.
Mientras tanto, los ciudadanos continúan esperando una explicación y, sobre todo, soluciones efectivas para evitar que una situación similar vuelva a ocurrir. La pregunta que queda en el aire es: ¿qué tan preparados estamos para enfrentar este tipo de crisis en el futuro?