Durante décadas, la figura de Fidel Castro no solo fue símbolo de la revolución cubana, sino también blanco de controversias en torno a su estilo de vida y sus supuestas riquezas. Informes publicados por la revista Forbes en 2006 estimaban que el expresidente cubano poseía una fortuna cercana a los 900 millones de dólares, colocándolo entre los diez gobernantes más ricos del planeta, incluso por encima de la reina Isabel II de Inglaterra.

Según testimonios de allegados, Castro habría contado con más de veinte mansiones distribuidas en Cuba, además de una isla privada llamada Gallo Piedra, ubicada cerca de Bahía de Cochinos, donde organizaba encuentros exclusivos con familiares y amigos internacionales. También se mencionan una marina con yates de lujo, cuentas privadas en el extranjero, una mina de oro y una mansión conocida como “La Deseada”, a la que se retiraba en temporada de lluvias para practicar la caza de patos migratorios.

Uno de los datos más curiosos que circulan sobre su patrimonio es la existencia de una fábrica privada de quesos, yogures e incluso helados llamada Portugalete, destinada únicamente a su consumo personal y al de sus invitados. Aunque el régimen cubano siempre negó estas versiones, las revelaciones de Forbes y de críticos del líder caribeño alimentan hasta hoy el debate sobre si Castro fue un revolucionario austero o un dirigente que acumuló una de las fortunas más controversiales del siglo XX.