La denuncia pública del raso Dauris Muñoz continúa generando reacciones y revela la gravedad de las condiciones en que operan los agentes de la Policía Nacional. Su desahogo viral, en el que expone la precariedad salarial, el maltrato institucional y las prácticas autoritarias dentro del cuerpo, ha sido interpretado por muchos como un acto de valentía extrema. Según denuncias, Muñoz fue apresado de inmediato por sus superiores y solo fue liberado tras la intervención de la fiscal Jenny Berenice Reynoso, pese a que las autoridades alegaban desconocer su identidad como agente.
En su video, Muñoz denuncia una cultura interna marcada por humillaciones, presiones y manipulación, donde a los agentes se les obliga a obedecer bajo un esquema cuasi militar trujillista. Afirma que los bajos salarios obligan a los policías a depender de tarjetas y subsidios como el controvertido “Monolugo”, utilizados como herramientas de control político. Mientras tanto, sostiene que los altos mandos viven de privilegios y canonjías por custodiar a los “delincuentes de arriba”, como empresarios, funcionarios y figuras influyentes, mientras los demás quedan relegados a enfrentar el crimen callejero en condiciones de extrema precariedad.
Las declaraciones de Muñoz también exponen la existencia de un sistema de “macuteo” institucionalizado, donde los agentes recogen dinero en operativos informales para sobrevivir, enviando parte de ese dinero a sus superiores. Esta práctica, según se denuncia, está tolerada desde las más altas instancias. La situación ha generado un profundo debate sobre la legitimidad de las estructuras de poder dentro de la policía y sobre quién realmente se beneficia del actual esquema de seguridad en el país.