Washington, D.C. – En una tensa reunión en la Casa Blanca, el presidente Donald Trump recibió este jueves al mandatario sudafricano, Cyril Ramaphosa, y volvió a reavivar polémicas acusaciones sin fundamento sobre un supuesto “genocidio” contra granjeros blancos en Sudáfrica.

Durante su encuentro en la Oficina Oval, Trump afirmó frente a la prensa que los agricultores sudafricanos blancos, conocidos como afrikáners, enfrentan violencia sistemática y despojo de tierras. Incluso obligó a su homólogo a observar un video que mostraba una carretera flanqueada por cruces blancas. Según Trump, estas representaban entierros de más de 1,000 granjeros asesinados, aunque el video corresponde en realidad a una protesta simbólica realizada en 2017.

Las afirmaciones del expresidente han sido ampliamente desmentidas por organismos internacionales y no se sustentan en evidencia creíble. No obstante, Trump utilizó el argumento como justificación para aceptar la llegada de un pequeño grupo de refugiados sudafricanos al país.

Mientras tanto, el Pentágono confirmó que Estados Unidos aceptó un avión lujoso, valorado en 400 millones de dólares, que fue donado por la familia real de Catar a Trump. El aparato, de alta gama, se utilizaría como reemplazo del actual Air Force One. Este regalo, sin embargo, ha generado preocupaciones éticas y de seguridad.

El Pentágono está trabajando para garantizar que el avión cumpla con los estándares de seguridad requeridos para el uso presidencial”, indicó un portavoz del Departamento de Defensa.

El encuentro con Ramaphosa y el episodio del avión vuelven a situar a Trump en el centro de la polémica, tanto por sus declaraciones incendiarias como por la opacidad que rodea los beneficios personales que podría estar recibiendo.

Además de la controversia diplomática, analistas consideran que Trump busca reactivar narrativas utilizadas durante su presidencia para ganar apoyo entre sectores nacionalistas y conservadores, especialmente de cara a un posible retorno político. El uso de desinformación sobre Sudáfrica, junto con la aceptación de un costoso obsequio extranjero, plantea inquietudes sobre la ética y las prioridades del expresidente, en un contexto internacional marcado por tensiones geopolíticas y migratorias.