La ola de delincuencia que afecta al territorio nacional ha transformado la vida cotidiana de los dominicanos, obligando a muchos a modificar sus rutinas y limitar actividades sociales. Atracos, robos, violaciones sexuales, asesinatos, secuestros y consumo de drogas han generado un clima de miedo e incertidumbre en la población.

Ante esta realidad, la ciudadanía ha optado por medidas de autoprotección: reducir visitas a centros nocturnos, evitar sentarse en las galerías de sus casas y salir sin pertenencias de valor como carteras, joyas o teléfonos móviles. Estas acciones, aunque limitan la vida social, se han convertido en mecanismos de supervivencia frente a una delincuencia que parece no dar tregua.

Con más de una década arrastrando este problema, la sociedad dominicana enfrenta un panorama donde la criminalidad ataca en calles, carreteras e incluso dentro de los hogares. La sensación de inseguridad ha pasado de ser circunstancial a convertirse en un estado colectivo de angustia y estrés permanente.