La foto crónica de Franklin Guerrero retrata un país donde el absurdo y la impunidad conviven a plena luz. Esta vez, el centro del lente fue la Plaza de la Bandera, escenario de la “sanción” mediática impuesta al exponente urbano El Alfa, quien tras insultar a los Padres de la Patria en redes sociales, fue obligado a barrer simbólicamente el lugar. Arropado por cámaras, escoba en mano y rodeado de amigos en chancletas, el artista se convirtió en un espectáculo de marketing encubierto. No había basura que recoger, pero sí muchos likes que ganar. La patria, una vez más, reducida a telón de fondo para farándula.
En el mismo país donde la irreverencia se castiga con fotos y trending topics, el narcotraficante Yuber Enrique Méndez Méndez, alias Oreganito, reapareció. Este ex marino y financista de Figueroa Agosto fue atacado a tiros en plena avenida 27 de Febrero, aunque pocos sabían que había regresado tras su extradición a Estados Unidos. Guerrero recuerda en su crónica el día que lo capturaron en 2010, cuando la DNCD lo escoltó con cadenas rumbo a Nueva York. Ahora, sin ruido y sin vigilancia, reaparece en el corazón de la capital, como un símbolo más de este sistema que permite que los condenados regresen a casa sin que nadie lo cuestione.
Desde un artista que trivializa la historia patria hasta un narco que vuelve a las calles como si nada, la República Dominicana sigue dando tumbos entre el espectáculo y la impunidad. La crónica de Franklin Guerrero no solo denuncia, sino que documenta con precisión fotográfica el deterioro de los valores institucionales. En un país donde hasta el delito se vuelve viral, cada escándalo se recicla en sonido, farándula o silencio judicial.