Sábado al mediodía, la autopista Duarte se convirtió en escenario de operativos, banderas, bocinas y multitudes. El candidato Danilo Medina recorrió el trayecto desde Piedra Blanca hasta Cotuí, custodiado por decenas de agentes y escoltado por su tradicional casa rodante. Saludó ancianas, niños y simpatizantes de todos los colores partidarios mientras la caravana avanzaba entre pipetas, murales y muros simbólicos de promesas. Al llegar a Cotuí, un pequeño incidente marcó la jornada: manifestantes arrojaron basura al paso de su vehículo, interrumpiendo por instantes el recorrido del presidente-candidato.
Horas más tarde, y ya al día siguiente, fue el turno del candidato opositor Luis Abinader en Bonao. Con música de Héctor Acosta, “El Torito”, drones, banderas y caravanas a pie, su recorrido fue una fiesta callejera teñida de reclamos. “Aquí no hay empleo por Danilo, aquí la salud está destruida por Danilo”, proclamó Abinader desde la tarima frente a un público vibrante. Lo acompañaban figuras clave del PRM, incluyendo Hipólito Mejía, en una muestra clara de cierre de filas. A pesar del sol abrasador, la algarabía fue constante.
Ambas caravanas reflejan un país en cuenta regresiva electoral. Las calles se convierten en termómetro del sentir popular, entre las emociones de la multitud, los símbolos partidarios y los candidatos luchando por cada voto. Con apenas días para las elecciones, el país vibra entre la continuidad que representa Medina y la promesa de cambio que levanta Abinader. Mientras tanto, la población, entre sombrillas, pancartas y aplausos, observa y decide.