Aunque los médicos y las autoridades sanitarias advierten sobre sus graves consecuencias, el consumo de hookah continúa extendiéndose entre los jóvenes dominicanos. Muchos aseguran que la utilizan como un simple pasatiempo o una forma de socializar, sin considerar los riesgos que implica inhalar grandes cantidades de humo cargado de nicotina, monóxido de carbono y otros químicos. “Yo empecé a los 11 años con la hookah. Es un hobby porque me gusta mucho”, confiesa un adolescente que afirma prepararla con leche, menta o incluso con ron, sin temor alguno a los efectos que produce.

Esta aparente normalización del uso de la hookah ha convertido el artefacto en un símbolo de moda en discotecas, bares y reuniones privadas. Sin embargo, los expertos en salud aseguran que una hora de consumo equivale a fumar 150 cigarrillos, y que las inhalaciones profundas aumentan el riesgo de enfermedades respiratorias, insuficiencia renal y trastornos cardíacos. Aun así, muchos jóvenes insisten en que “no hace daño”, mostrando desconocimiento o indiferencia ante los efectos reales del tabaco.

El problema no solo radica en la desinformación, sino también en la falsa percepción de seguridad. Algunos adolescentes aseguran que “beben leche antes de fumar” para evitar el daño, práctica sin fundamento científico. Otros admiten que fuman hasta sentirse mareados o “locos”, mientras en redes sociales proliferan videos que glorifican esta conducta. La hookah, lejos de ser inofensiva, se ha convertido en una amenaza silenciosa que pone en riesgo la salud de toda una generación.