La noticia de la muerte de Fidel Castro, confirmada por su hermano Raúl, generó un impacto inmediato tanto en Cuba como en Miami. En el programa “El Gordo y la Flaca”, Lily, Estefan y Raúl de Molina compartieron en vivo sus impresiones, recordando que rumores similares habían circulado antes sin confirmación. Esta vez, la certeza del anuncio despertó sentimientos encontrados en la comunidad cubana exiliada.
En las calles de Miami, muchos salieron a manifestar lo que definieron no como una celebración de una muerte, sino como un respiro de esperanza. Las imágenes, transmitidas a nivel mundial, mostraron a familias que cargan décadas de dolor por fusilamientos, exilios forzados y la pérdida de hogares bajo el régimen comunista. Para ellos, el fallecimiento del líder no borraba el sufrimiento, pero abría la posibilidad de imaginar un futuro distinto para Cuba.
Los testimonios compartidos en el programa reflejaron una herida común: la separación familiar y la nostalgia por la tierra natal. Raúl de Molina y Lily evocaron la ausencia de sus padres y madres, fallecidos lejos de su isla. La muerte de Castro, más allá de lo político, reavivó historias personales de dolor y resistencia, con la esperanza de que algún día haya elecciones libres en Cuba, una aspiración que lleva más de cinco décadas latente en la diáspora.