El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, admitió que preferiría no extender los subsidios del sistema de salud conocido como Obamacare, los cuales están a punto de expirar. Esta decisión podría representar un duro golpe para millones de estadounidenses, quienes verían un aumento considerable en las primas de sus seguros médicos a partir del próximo año.
Las declaraciones fueron ofrecidas a bordo del Air Force One, donde Trump abordó el tema señalando que los subsidios a la atención médica continúan siendo uno de los asuntos más polémicos y divisivos en la política estadounidense. La medida ha generado preocupación entre sectores vulnerables que dependen de esta asistencia para poder costear servicios de salud básicos.
El debate sobre la continuidad de estos subsidios ha mantenido enfrentados a demócratas y republicanos durante años. De hecho, los demócratas se negaron recientemente a apoyar la financiación del gobierno federal, lo que contribuyó al histórico cierre gubernamental que se extendió durante 43 días, en rechazo a los cambios propuestos por la administración en materia de salud.
La posible eliminación de estos subsidios encendería alarmas en compañías aseguradoras y hospitales, ya que se prevé una reducción en el número de personas con cobertura médica. Expertos en salud pública advierten que esto podría provocar un aumento en las visitas a salas de emergencia y un mayor nivel de endeudamiento entre familias de bajos y medianos ingresos, que tendrían mayores dificultades para asumir los costos de un seguro privado sin ayuda estatal.
Diversas organizaciones sociales y de defensa de los derechos sanitarios han comenzado a movilizarse en rechazo a esta postura, solicitando al Congreso que intervenga para evitar la expiración de los beneficios. Según estas entidades, retirar los subsidios sería un retroceso en el acceso a la salud y afectaría especialmente a adultos mayores, personas con enfermedades crónicas y trabajadores independientes.
Mientras tanto, sectores conservadores respaldan la intención de poner fin al programa de subsidios, alegando que se trata de una carga financiera para el gobierno federal. Proponen, en su lugar, un nuevo modelo de mercado abierto con menos regulaciones, lo que ha reavivado un intenso debate nacional sobre el futuro del sistema de salud en Estados Unidos.