En México, los preparativos para el Día de Muertos incluyen un ingrediente muy especial este año: un peculiar pan negro que ha captado la atención de locales y visitantes. Conocido como pan de muerto de Toto Mostle, su receta se remonta a la época prehispánica y mantiene vivo un legado ancestral.

Este pan se elabora con hojas secas de maíz, que primero se queman en un comal hasta convertirse en ceniza, para luego ser pulverizadas y mezcladas con azúcar. Saraí, artesana encargada de su preparación, explica que este proceso permite que la masa adquiera su característico color negro y sabor único.

En la cosmovisión prehispánica, las cenizas representan la purificación, el ciclo de la vida y la regeneración de lo terrenal en lo espiritual, convirtiendo a este pan en un símbolo de conexión entre el mundo de los vivos y el de los muertos. La tradición se mantiene vigente y sigue sorprendiendo por su significado profundo y su originalidad.

Además de su color y preparación particular, el pan de muerto negro se ha convertido en un atractivo turístico, ya que visitantes de distintas regiones buscan probar esta receta ancestral que combina historia, sabor y simbolismo en cada bocado. Los mercados y panaderías especializadas reportan un aumento en la demanda, demostrando que la tradición sigue viva y adaptada a los gustos contemporáneos.

Los artesanos destacan que la elaboración de este pan requiere paciencia y precisión, pues cada paso, desde la quema del maíz hasta el amasado final, es fundamental para mantener la autenticidad de la receta prehispánica. Su venta y consumo no solo honra a los difuntos, sino que también fomenta la preservación del patrimonio cultural mexicano.

Por último, expertos en gastronomía y antropología resaltan que estas prácticas culinarias permiten a las nuevas generaciones conectar con sus raíces, recordando que detrás de cada tradición hay un profundo significado espiritual y social, que trasciende el simple acto de comer.