La Audiencia Provincial de Aquisgrán, en el oeste de Alemania, condenó este miércoles a cadena perpetua al enfermero Ulrich S., hallado culpable de haber causado la muerte de diez pacientes en una clínica de cuidados paliativos en Würselen. Según las investigaciones, el hombre administraba inyecciones letales de barbitúricos mezclados con analgésicos entre diciembre de 2023 y mayo de 2024.
El fallo del tribunal siguió la petición de la fiscalía, que lo acusaba de nueve asesinatos y 34 intentos de asesinato. Las sospechas surgieron en el verano de 2024, cuando se detectó un incremento inusual de muertes durante los turnos del acusado. Posteriormente, la investigación confirmó un patrón que vinculaba sus guardias con los fallecimientos.
Durante el juicio, Ulrich S. afirmó que actuó con la intención de “hacer algo bueno” por los pacientes, asegurando que quería aliviar su sufrimiento. Sin embargo, los jueces consideraron que sus acciones no podían justificarse bajo ningún motivo humanitario. Dos familiares de las víctimas testificaron haberlo visto aplicar inyecciones a pacientes dormidos sin justificación médica aparente.
La defensa del acusado solicitó su absolución alegando falta de pruebas concluyentes, pero el tribunal consideró los indicios suficientes para dictar la pena máxima. La sentencia, sin embargo, no es definitiva y puede ser apelada ante instancias superiores.
El caso ha conmocionado a la sociedad alemana, recordando otros episodios similares de crímenes cometidos por personal sanitario. Ulrich S. sigue siendo investigado por más muertes sospechosas que podrían derivar en un nuevo proceso judicial.
