La tensión en el Caribe escala tras el anuncio de Estados Unidos de enviar el portaaviones USS Gerald Ford, el más grande y moderno de su flota, desde Europa hacia la región. Con 1,000 pies de eslora y capacidad para más de 4,500 militares y 75 naves, el buque propulsado por dos reactores nucleares forma parte de un grupo de ataque que incluye cruceros de misiles guiados, destructores y escuadrones de aviones.
Según el Pentágono, el despliegue tiene como objetivo interrumpir el tráfico de narcóticos y desmantelar grupos criminales en la región. El secretario de Defensa advirtió que cualquier narcoterrorista que opere en el hemisferio será tratado con respuesta inmediata y letal. Desde septiembre, este operativo ha dejado 46 presuntos narcotraficantes muertos.
El movimiento también ha encendido tensiones diplomáticas con Colombia, luego de que la administración Trump sancionara al presidente Gustavo Petro, su esposa y su hijo mayor por presunta participación en narcotráfico. Petro ha negado los cargos y calificó las sanciones como una persecución política, mientras que Estados Unidos asegura que las medidas incluyen congelamiento de activos y restricciones financieras.
El despliegue del USS Gerald Ford no solo busca operaciones contra el narcotráfico, sino también enviar una señal de poderío militar a gobiernos y grupos criminales de la región. Funcionarios del Pentágono indicaron que la presencia del portaaviones servirá para reforzar la seguridad marítima y garantizar la libre navegación en el Caribe, especialmente en zonas de alta actividad delictiva.
En paralelo, las tensiones con Venezuela también se mantienen latentes. Nicolás Maduro afirmó que el país está preparado con puntos de defensa y unidades militares listas para responder a cualquier acción en su territorio, mientras recalca la necesidad de proteger la soberanía nacional ante la presencia estadounidense.
Expertos en seguridad internacional consideran que este movimiento del gobierno de Trump podría desencadenar reacciones diplomáticas y militares en la región, aumentando la alerta entre países vecinos y potenciando un clima de incertidumbre en el Caribe, mientras se mantienen las operaciones contra los cárteles y el crimen organizado.