Nueva York, 6 de agosto de 2025.– Una reciente encuesta del Centro de Investigación de Asuntos Públicos de la Prensa Asociada reveló que casi el 90 % de los estadounidenses experimentan algún nivel de ansiedad o estrés debido al aumento constante en los precios de los alimentos.

El estudio mostró que un 53 % de las personas se sienten “muy estresadas” por el costo de la comida, mientras que otro 33 % reportó sentirse “un poco estresado”. Solo un 14 % afirmó que el precio de los alimentos no afecta su bienestar emocional. Este incremento en los precios, sumado a preocupaciones por los aranceles y la inflación, está afectando el presupuesto básico de millones de hogares.

Muchos consumidores están optando por comprar en tiendas más económicas o limitando su consumo de ciertos productos, especialmente carnes y frutas. Según el reporte, las mujeres son más propensas a manifestar ansiedad relacionada con sus ingresos y el costo de la canasta básica. Además, un número creciente de personas está utilizando métodos de compra como “compra ahora, paga después”, aunque expertos alertan sobre el riesgo de endeudamiento por intereses ocultos.

Especialistas recomiendan mantener un presupuesto mensual bien definido para la alimentación como una forma de mitigar la carga emocional que provoca la incertidumbre económica. En medio de este panorama, los ciudadanos continúan ajustando sus hábitos para enfrentar la presión financiera en sus hogares.

Además del impacto económico, la encuesta refleja un efecto creciente en la salud mental de la población. La ansiedad y el estrés por el aumento de precios pueden desencadenar problemas como insomnio, irritabilidad y dificultades para concentrarse, lo que afecta la calidad de vida de las personas. Organizaciones de salud pública han expresado preocupación y llaman a implementar políticas que ayuden a estabilizar los costos y protejan a las familias más vulnerables.

Por otro lado, los expertos advierten que la situación actual puede profundizar la desigualdad social, ya que quienes tienen menores ingresos son los más afectados. Muchos hogares se ven obligados a recortar gastos en alimentación o elegir productos de menor calidad nutricional, lo que puede generar consecuencias negativas a largo plazo para la salud pública. Las autoridades federales y locales enfrentan el reto de encontrar soluciones efectivas que permitan un acceso más justo y asequible a los alimentos básicos.