Washington, D.C. — En una muestra poco común de desacuerdo interno, la Reserva Federal de Estados Unidos decidió mantener sin cambios las tasas de interés, pero lo hizo con votos disidentes, algo que no ocurría desde hace tres décadas. La decisión, liderada por el presidente del organismo, Jerome Powell, fue rechazada por dos miembros de la junta de gobernadores, ambos nominados por el expresidente Donald Trump.
El trasfondo del desacuerdo se vincula al impacto incierto de los nuevos aranceles a las importaciones, incluyendo un reciente impuesto del 25% a productos provenientes de India, así como al temor de que una baja prematura de las tasas dispare la inflación.
Trump, sin embargo, criticó la decisión y volvió a exigir una reducción de los intereses, alegando que la inflación no es una amenaza, una afirmación que expertos han calificado como técnicamente errónea. La oposición interna en la Fed y la presión política intensifican la tensión sobre la autonomía del banco central y su rol en la estabilidad económica del país.
La votación dividida refleja un creciente debate dentro del Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC) sobre cómo responder a un entorno económico volátil. Mientras Powell y la mayoría de los miembros optaron por la cautela ante los posibles efectos de los aranceles y las señales aún mixtas de inflación, los disidentes argumentan que mantener las tasas elevadas podría frenar innecesariamente el crecimiento económico en el corto plazo.
Esta división marca un precedente importante, ya que históricamente la Fed ha buscado mantener una imagen de consenso para fortalecer su credibilidad y previsibilidad en los mercados financieros. La falta de unanimidad en una coyuntura tan delicada podría traducirse en mayor incertidumbre para inversionistas y actores económicos, que siguen de cerca cada señal de la entidad.
Además, la presión política ejercida por Trump, aunque sin poder formal sobre las decisiones de la Fed, ha sido constante. Su insistencia en bajar las tasas refleja un intento por estimular el consumo y la inversión, especialmente en un contexto donde la economía muestra signos de desaceleración. Sin embargo, expertos advierten que ceder ante esas presiones podría poner en riesgo la independencia de la Reserva Federal y su misión principal de garantizar la estabilidad monetaria.